Aquí traigo algunos experimentos y datos curiosos, estudiados desde una perspectiva psicológica. Parecieran broma, pero en realidad se hicieron o descubrieron

Los seres humanos somos impredecibles y todavía existen muchos sectores de la mente humana por estudiar y descubrir.

Flatulencias protectoras.

En 1996, una psicóloga descubrió que su paciente había desarrollado una estrategia defensiva muy particular: al sentirse amenazada, se envolvía a sí misma con sus propias flatulencias, como emanando un denso campo de fuerza, protegiéndose con un aroma familiar.

A lo largo de su complicada vida, su aura de gases, literalmente lo salvó durante varias crisis personales que podrían haber destrozado su integridad. No es una idea tan mala; después de todo, es eficaz para marcar territorio. De hecho los seres humanos aún conservamos ese mecanismo de defensa de evacuar ante el peligro. Por eso no está del todo errado cuando alguien dice: “Me cagué del miedo”.

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Las parejas llegan a parecerse a lo largo del tiempo.

Una detallada investigación reveló que personas que llevan más de 25 años en pareja tienden a desarrollar los mismos rasgos faciales. Pero la investigación incluye otras características no tan fáciles de explicar. Aparte de la lógica posibilidad de que uno elija una pareja con ciertos rasgos familiares, el hecho de que al transcurrir el tiempo aparezcan nuevas características en común, requiere otra hipótesis.

Factores compartidos como la dieta y el entorno pueden influir, pero la conclusión de los investigadores referente al parecido es que es un eco emocional, una imitación inconsciente de los gestos del otro, formándose líneas de expresión a causa de la risa, el enojo o la sorpresa. Así terminamos pareciéndonos a nuestra pareja.

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Alcance del chorro al orinar

Ya sabíamos que hay ciertas reglas naturales para orinar en público, ya que se trata de un proceso muy específico, altamente susceptible a la invasión del espacio personal. Pero un investigador fue mucho más allá de estos patrones del sentido común, colocando micrófonos ocultos, y falsos espejos delante de los mingitorios, observando atentamente desde el otro lado.

Este héroe de la psicología midió detalladamente los milisegundos de retraso en el inicio del chorro, así como su persistencia, caudal, velocidad y otros datos de extrema importancia. Lógicamente, el resultado fue que, cuanto más cerca estaba un hombre de otro, más tardaba en comenzar la tarea y menos fluida resultaba. Este y posteriores experimentos con mayor tecnología determinaron que, respecto de la absoluta privacidad, el retraso promedio en comenzar a orinar es de 1.4 segundos teniendo un extraño situado a un mingitorio desocupado de distancia, mientras que con el intruso justo al lado es de 3.6 segundos.

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La mano de goma

Este experimento es así: le muestran a una persona cómo golpean una mano de goma, mientras que su mano verdadera está oculta a su vista y es golpeada simultáneamente. Por qué lo hicieron, no lo sé, pero resultó que la gente cree que la mano de goma es  suya, incluso sabiendo que no lo es, intentando protegerla de nuevos golpes.

Nos sirve como excusa para explicar algo fundamental: hay dos formas de describir los procesos que lleva a cabo el cerebro: Top-down (de arriba hacia abajo) y Bottom-up (de abajo hacia arriba).

Se consideran «abajo» a los sentidos, como si fueran periféricos de entrada de una computadora, mientras que serían «superiores» los procesos informáticos realizados en el cerebro; en consecuencia, la reacción ante este experimento puede verse en principio como Bottom-up, en donde el ojo ve y la mano siente el golpe, luego el cerebro interpreta ambos estímulos como pertenecientes a un mismo fenómeno. Pero más tarde se genera un condicionamiento, el cerebro ya cree que esa es su mano y esperará el dolor al ver acercarse el impacto, transformándose en un proceso Top-down, es decir mental, psicológico, psicosomático, como la mayor parte de nuestras experiencias cotidianas.