El Palacio Negro de Lecumberri fue inaugurado en 1900 durante el régimen de Porfirio Diaz, siendo considerada una de las más crueles en nuestro país

Esta historia toma lugar en el año de 1969, un año después de una matanza que dejo una marca profunda en la historia de México. Un joven Adalberto Aguilera Valadez mejor conocido como El Divo de Juárez llegaba a probar suerte en el mundo del espectáculo.

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Acusado falsamente…

Con solo 19 años y bajo el nombre de Adán Luna, El Divo de Juárez llegaba a la Ciudad de México. Comenzó cantando y haciendo apariciones en bares y presentaciones privadas, fue después de una de estas presentaciones en casa de una famosa actriz que su infierno comenzaría.

Por lo poco que se sabe, Claudia Islas (quien ha negado haber sido responsable) demandó a Juanga por el robo de algunas joyas y una radio que supuestamente desaparecieron luego de su presentación.

La fianza ascendía a cerca de 5 mil pesos de aquella época, dinero que el joven cantautor no poseía, algo que lo llevo a pasar 18 meses recluido en el famoso Palacio Negro de Lecumberri.

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Durante su estancia, y como muchos otros de los que ahí cumplían condena, sufrió abuso físico y sexual por parte de otros internos. Algo que ayudo al Divo de Juárez, fue su carisma y agradable personalidad, pues gracias a esto se ganó el resguardo y protección de los guardias.

Incluso el General Andrés Puentes Vargas, quien era director de Lecumberri en ese entonces, sacaba a escondidas a Juan Gabriel a diversas fiestas privadas. En una de estas fiestas el Divo de Juárez conoció a Ofelia Urtuzuástegui, quien era la esposa del director del penal. Tras una plática con él, Ofelia supo que Juanga no era culpable, así que pago la fianza de 5 mil pesos y posteriormente llevo al Divo de Juárez a vivir 11 meses con ellos.

Durante su estancia en prisión, Juan Gabriel compuso “No tengo dinero”, “Me he quedado solo”, “Tres Claveles y un Rosal” e “Iremos de la mano”, canciones icónicas dentro de su carrera musical.

El Palacio Negro de Lecumberri

Originalmente esta cárcel fue diseñada para 800 prisioneros, sin embargo, para el año de 1976 la población ascendía a más de 6 mil presos. Debido a la sobrepoblación existente dentro del penal, se llegaron a reportar más de 200 muertes por año dentro de sus paredes.

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Muchas han sido las historias sobre las crueles practicas llevadas en dicho lugar, desde castigos físicos, abuso sexual, castigo psicológico, cuotas por el simple hecho de comer o ir al baño o incluso procesos judiciales que jamás fueron iniciados. Existieron personas que cumplieron condena por toda su vida sin si quiera haber iniciado el proceso debidamente.

La cárcel era dividida por “crujías” mismas que eran asignadas según el delito cometido. De hecho, uno de los términos despectivos más usados por los mexicanos para nombrar a una persona homosexual tuvo su origen en dicho penal. La crujía “J” era donde mandaban a la gente acusada del delito de homosexualidad (así es, antes era un delito) de ahí que todo el que habitaba en dicha crujía era llamado “joto”.

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Finalmente, en el año de 1976 el Palacio Negro de Lecumberri cerro sus puertas como prisión y paso a convertirse en el Archivo General de la Nación, los reos que aún habitaban ahí fueron trasladados al penal de Santa Martha Acatitla.