Texto: HM Domínguez

¿Qué se hace cuando una obra está misteriosamente construida en comunión y uno descubre la belleza a través de ella? Algunos seres humanos son así: en una mirada pueden sintetizar los sentimientos más vibrantes, como si de un arquetipo del Tarot se tratara.

Días de Otoño (Roberto Gavaldón, 1962), es esa obra misteriosa y Pina Pellicer uno de esos arquetipos que nos ayudan a definir los estados anímicos de la vida. En este caso, contenida y dibujando cada cuadro melancólico en la película, a través del papel de Luisa.

Si Pina pudiera acicalarse el pelo frente a un enorme espejo con marco de flores blancas, en una habitación de interminables ventanales con cristales verdes. Entre olor a incienso y jazmines, adquiriría la forma de uno de los arcanos mayores. Sería La Suma Sacerdotisa, con todo el conocimiento del universo proyectándose en sus profundos ojos, pozos de vida y muerte en coexistencia eterna. Y al mismo tiempo, viviente en la melancolía de lo que significa permanecer encerrada en su propia y densa cúpula de templo azul. En su propia Campana de Cristal como escribiera Sylvia Plath.

No por nada, su personalidad, así como los personajes que interpretó, le guardaron el epíteto Luz de Tristeza en el libro publicado en 2006 por Reynol Pérez Vázquez y Ana Pellicer. En el, aborda de la manera más amplia y detallada, no sólo el trabajo y la vida familiar de Pina (a través de la voz de sus compañeros, la crítica de su momento, amigos y familiares) sino también, se conoce de su propio puño los pensamientos más íntimos acerca de sí misma y de su devenir. El documento público más importante acerca de Pina Pellicer hasta el momento, editado por la UNAM (Pina Pellicer: Luz de Tristeza 1934-1964).

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Cada uno de los personajes a los que Pina dotó de vida con un estilo sin precedentes en el cine, son muy complejos. Se envuelven en sus propias acciones hasta las últimas consecuencias, para descifrar al mundo que les ha jugado trampas extrañas para poder seguir viviendo. El ejemplo más claro de ello está en Luisa, de Días de Otoño: una joven de Guanajuato que llega a la gran capital de México, absolutamente sola y de una manera nada convencional. Pide trabajo en una tienda de repostería argumentando que su recientemente fallecida tía trabajó ahí y antes de morir le recomendó que viajara hasta allá para trabajar.

Al inicio es rechazada, pero de inmediato muestra su gran talento decorando pasteles. Entonces es aceptada y recibida, aunque con cierto escepticismo por Don Albino. Su jefe y quién más adelante se convertirá en el factor más importante para desvelar los misterios que rodean a Luisa.

Luisa se gana el cariño de sus compañeras, pero al mismo tiempo le cuestionan su vida poco social y hermética. Hecho por lo que se sentirá empujada a crear una serie de escenarios irreales acerca de ella misma: citas, un prometido, una boda, un hijo, incluso una muerte y más. Pero todos esas estampas son sólo el inicio de un gran tejido de secretos, deseos, miedos, esperanzas y dudas emocionales que involucrarán y afectarán al nuevo entorno de Luisa. Ahí se convencerá, ya no en el plano de la imaginación sino en una realidad alterna, de hacer y vivir la vida tal cual la había inventado.

Las realidades que Luisa crea llegan a transponerse una sobre otra y a confundirse también. Y las consecuencias finales que se derivarán de lo que crea y resuelve a cada momento. Comienza a vivir como real después de haberlo hecho. Formula atmósferas grises y desconcertantes que contrastan en escenarios como la pastelería en que trabaja o los navideños. Pero que se refuerzan en los espacios de intimidad de su personaje tan solitaria y rara, como su segunda casa en un cuarto de azotea.

Pina y su rostro al que generosamente le fue entregado el gesto de la verdad. Nos regaló por siempre a través de Luisa la piel más elegante y gentil de una de las más desgastantes prácticas de vivir: el de la añoranza. Y nos dice inolvidablemente en la escena donde anuncia su embarazo ficticio:

—Necesito que me quieran tanto.

Bonito Spoiler.

Una de las escenas más surrealistas del cine mexicano está contenida en Días de Otoño. Luisa vestida de novia sube y baja puentes peatonales, corre a prisa por la calle. Sube escaleras de vecindades siendo acosada por niños que la persiguen y se ríen fuerte a su rededor. Entra al lugar en que vive y busca la puerta de su cuarto de vecindad, a la vez que los vecinos la miran y le gritan palabras a carcajadas sin control. Luisa entra al fin a su casa, se mira en el espejo por un rato mientras se pregunta:

—¿¡Por qué!?

Golpea al espejo y este se mueve incesantemente reflejándole en la cara el movimiento a manera de un loop que se repite eternamente hasta que ella llora para dormir. La experiencia de ver Días de Otoño es una de las más psicológicas en el cine mexicano. Un gran halo de misterio con vestido de postre de boda.

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Pina Pellicer fue una gran actriz y más que eso. En este abril se celebran ochenta y seis años de su nacimiento. Ella fue iniciadora de la organicidad en la actuación en el cine y el teatro mexicano. Se dice que hoy en día es poco el reconocimiento a su obra y que poca también es la gente que la conoce. Personalmente me gusta apreciar más a quienes se ocupan en que su legado sea difundido y valorado, ello se agradece siempre.

¡Por cierto! Pina Pellicer  fue la única actriz mexicana que realizó grandiosamente un coprotagónico con Marlon Brando en la única película que el renombrado actor estadounidense dirigió, One-Eyed Jacks (1961). Donde compartió escena con la gigantesca Katy Jurado que sería inmortal en su lleno de energía,  papel de María. Y si eres fan del drama bien hecho disfrutarás mucho de ver las escenas que ambas actrices hacen como madre e hija. Con unos diálogos cargados de fuerza interpretativa y emotividad, que sin darte cuenta, te dejarán en #SoftTearsTime a la de ¡ya!

Pina ganó el premio a la mejor interpretación femenina en el Festival de Cine de San Sebastián por su personaje en este film, Louisa. También fue la única mexicana en trabajar con Alfred Hitchcock en la serie The Alfred Hitchcock Hour, en 1964 (poco antes de que Pina decidiera suicidarse). El director la  amaba, había escrito más papeles para ella después de haber hecho el capítulo «The Life Work of Juan Díaz».

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Las películas aquí mencionadas están completamente disponibles en YouTube (en caso de que sea complicado que las adquieras  través de otros medios en este momento). Así como un péndulo es un instrumento mágico, que dice sí o dice no. Y mientras su vaivén en movimientos circulares o líneas se ejecutan para saber una gran verdad, una respuesta final que sólo puede esperarse con paciencia. Pero en esa espera hay contundencia expresiva genuina. Así esperamos a que Pina Pelliser nos diga por siempre en Macario (Roberto Gavaldón, 1960): «Macario, la vida fue difícil, pero fue bueno haberla vivido juntos».