Empezando el 2021 decidí hacer algo con mi vida, algo que le diera un giro de 180 grados, que me devolviera todo lo que había perdido, así es que me metí a un curso de stand up de seis meses

Honestamente le invertí mucho tiempo y esfuerzo, dinero no porque yo no lo pagué.

Me regresé de nuevo con mis padres.  En el pueblo  no me parecía ningún empleo de los que encontraba porque pagaban menos de lo que yo ganaba antes, tenía que trabajar los fines de semana rolando turnos aparte de no ejercer mi profesión, o sea quería mis huevos al gusto.

Prefería estar  de arrimado y mantenido, teniendo una vida sin preocupaciones, lo único que me preocupaba era el stand up.  Avanzaba a pasos agigantados, pues tenía todo el tiempo del mundo. El stand up se trata de estar pensando, es un trabajo creativo, de escritura, y pues yo tenía mucho tiempo para perfeccionar mi rutina al máximo. Crecí rápido en poco tiempo, lo que me llevó a estarme presentando cada vez más seguido. Me enamoré del stand up. Desgraciadamente recordaba mis años de juventud, me sentía todo un rockstar.

Cuando me iba para la ciudad de México a alguna presentación, me enfiestaba cabrón. Lo disfrutaba, me ayudaba a realizar mi rutina sin inhibiciones, lo hacía bien. Pero la verdad  desde la primera vez, a pesar  que quedaba satisfecho con mis presentaciones, la cruda moral estaba cada vez más de la chingada, la ansiedad al otro día se había convertido en pánico, en paranoia, en delirio de persecución, en miedos extremos que sólo podía disipar con más y más alcohol.

Estaba chido al otro día de haberme presentado seguir tomando, pero ya no podía parar hasta en cuatro días. Como un teporocho me despertaba y tomaba, me daba sueño, medio comía, me dormía, me despertaba y a seguir tomando. Esa era mi rutina cuando viajaba a la Ciudad de México, beber y presentarme. Ya la cruda era de darme temblores al otro día, no había vuelta atrás, tenía que beber para controlarlos, esa ansiedad  no se quitaba más que con alcohol, e incluso  a pesar de estar bien alcoholizado, muy en el interior la ansiedad se sobreponía para hacerme notar que jamás se quitaría.

Sabía que había caído en ese pinche círculo vicioso de nuevo, ese pinche hoyo del que no podía salir. Afortunadamente me daba ánimos y motivación esa actividad de comediante, me hacía sentir bastante bien.  Pero se apoderó de mí el alcohol en mancuerna con dicha actividad.

Esa perra cruda a pesar de estar acá en Guanajuato, me duraba bastante, duraba de mal humor muchos días.  Los que tenían que chutarse mi malestar eran mis padres que no tenían por qué soportar a su «chabelote», a su hijo de 37 años, cuando estaba todo intolerado a causa de los efectos, de los residuos que dejaba la bebida en mi organismo.

Llegando el 2022 la vida me dio oportunidad de tener más shows de stand up, soñando en pronto ser famoso, de lograr ese sueño de juventud. Pero yo sabía que el alcohol me estaba haciendo mucho daño en un chingo de aspectos, el tiempo se me estaba pasando súper rápido,  no era  un jovencito, era y soy un cabrón que casi llega a los cuarenta años, sin ningún patrimonio, sin esa pareja que tanto anhelo. Es doloroso mirar y observar a mi alrededor como todos mis contemporáneos van evolucionando, mientras yo sigo aquí con sueños de grandeza, sin ningún quinto en la bolsa, con ropa de hace años cuando tenía  trabajo estable con un sueldo, queriendo ser famoso, sin nada más que mi indisciplina y alcoholismo.

drunk-im-home
  • odditynoise
  • Twitter

También te puede interesar:

La pandemia borracha. Capítulo 4