“And you are young and life is long. A d there is time to kill today” (Time – Pink Floyd)

Me desconciertan los relojes que no sirven. Odio los que van adelantados y los que van atrasados. Esos que proporcionan ilusión a la gente impuntual y creen dominar el tiempo sólo por poder mover las manecillas a su antojo. 

Es verdad, tengo aprehensión por el tiempo. Una necesidad del minuto exacto, del segundo exacto, ¿acaso no es ahí donde ocurren todas las cosas? ¿Cómo sabría el tiempo caer en la perfección en esos relojes?

“You had your time, you had the power. You’ve yet to have your finest hour…” (Radio Ga Ga – Queen)

Me recuerdo a mí misma queriendo saber qué hora es allá en la montaña Mazateca, entre un viaje de hongos. En ese espacio donde no hay sol ni luna. Cuando se pierde la noción del tiempo encerrada en un salón de danza sin ventanas y con luz artificial.

Cuando se murió mi papá y todos los días eran iguales y las horas no pasaban porque el tiempo se había detenido. Cuando ese chico me maltrataba dejándome de hablar y las medias horas se hacían chiclosas y dolorosas. O cuando ese otro chico me besó unos segundos y al abrir los ojos habían pasado días.

“Amanece, no sé que hacer. Me levanto igual que ayer. Pasa el tiempo y todo sigue igual. Me pregunto ¿cuándo cambiaré?” (Amanece – Caifanes)

¿Qué hora es, pregunto? Lo pregunto en mi mente, lo pregunto en un susurro y busco un reloj, un celular que me devuelva al “presente”. Al presente que se acaba de ir cuando veo el cambio de número, cuando veo cómo se mueve la manecilla mayor empujada por el segundero. 

Una vez alguien me dijo que había hecho cuentas y que necesitaba que el día durara 30 horas para poder cumplir y darse el placer de hacer todo lo que requería en su día. Traté de imaginar cómo sería ese reloj, quizá con decimales o quizá haciendo que algunas horas completas valieran media.

“It has to start some where, it has to start some time. What better place than here, what better time than now?” (Guerrilla Radio – Rage Against The Machine)

Definitivamente odio los relojes que no van a la hora. Quizá no odio los relojes, más bien el tiempo, no por lo que hace (o no hace en mi) sino, porque a pesar de estar siempre, también siempre se está yendo, pero nunca acabando. 

Por cierto… ¿qué hora es?

“But there is really nothing, nothing we can do. Love must be forgotten, life can always start up anew!” (Time To Pretend – MGMT)