Todos conocemos esa historia dónde una chiquilla adormilada al pie de un árbol ve pasar muy aprisa a un conejo que no deja de mirar su reloj. Éste se mete a una madriguera y la chica, por tratar de alcanzarlo, cae por ese hoyo profundo llegando a unas tierras de fantasías… Alicia, desde su creación en 1865, ha sido cuento, película muda, película animada, película porno… rubia, de cabello negro, libro para colorear, se ha transformado a video juego, a todo tipo de objetos de la vida cotidiana, y sigue siendo una de las favoritas para recrear dibujos psicodélicos.

Pero la Licha de Alice en Limboland de Odeen Rocha y Odín Ramírez, tiene algo que las demás Alicias no tienen: gusta de nombrar goei a cualquiera que esté cerca de ella. Cómo si ese fuera el nombre de todos. Ha pasado por algunas ETS que sin problemas ha podido curarse en Houston o Múnich. Ama tomar “dulces” de su cajita Tic Tac, así cómo masturbarse. Le dan hueva los libros y sueña con irse a la India a estudiar yoga entre los Hare Krishnas para buscar paz en mente y cuerpo. 

Nada mal para una burguesa que lo tiene todo.

El conejo negro que reparte flyers, y que sólo pide 120 minutos de coito para gastar sus trece cajas de condones es el ¿culpable? de Alice in Limboland.

Ella llega a ese lugar de locura a charlar con el “Lagarto Rey respecto a las desventajas de inyectarse cocaína en vez de heroína mientras se toma un baño de tina”. Dónde Hetfield y Mustaine se agarran a caguamazos; Sid saca carrujitos, jeringas, pastillas… y la reina loca Courtney traiciona al Gran Kurt envenenándolo. 

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¿Quién eres tú? 

Entre el latente humor sarcástico de Rocha y Ramírez, los sombríos secretos de Alice se van descubriendo poco a poco: el asesinato, la clase social por la que siente desdén llamándolos “morenitos” o los “mugrosientos”, el aborto, el enojo, el odio.

La belleza de poco le vale cuando se da cuenta que anda en busca de sí misma. Logrando un desdoblamiento que le permite ir más allá de la imagen que le regresa el espejo. 

Al fragor de guitarras parlantes, gatos con gabardinas negras, así cómo agradables coqueteos con Juan Rulfo y DalíAlice in Limboland nos lleva al viaje del que nadie puede escapar: el consumismo. 

En Limboland hablan de esa rubia traída del otro lado del espejo “dónde no hay imaginación, dónde la gente no vive su vida” o sea, de nosotros y de nuestro mundo. 

Alice debe atravesar el delirio de lo que ella llama vida para saber quién es en realidad. 

La historia de Odeen y Odín me recuerda por momentos al payaso Brozo preguntándonos con su voz rasposa “¿quieren que les cuente un cuentooo?”. Y todos contestando “¡noooooooo!”, pues ni modo porque este viaje ya comenzó.

Chassé:

*Odeen Rocha es unos de los integrantes de la banda Los Bramhs Stalkers, dónde lee poesía y toca la armónica. 

*Odín y Odeen inventaron un juego de ping pong donde en lugar de lanzarse pelotas se lanzaban capítulos que el otro contestaba. El juego se alargó y terminó siendo este libro.